Si no cuidas tu mente, alguien más va a llenarla por ti

No sé si a ti también te pasa, pero últimamente he estado sintiendo una carga muy fuerte en el corazón…

Veo a tantas personas —sobre todo jóvenes— justificando lo que consumen, lo que escuchan, lo que siguen, con tal de no sentirse diferentes, de no «quedarse fuera».
Y sí, lo entiendo: todos queremos pertenecer, conectar, distraernos un poco de los problemas.
Pero… ¿a qué costo?

Cuidamos el celular, la ropa, el carro… ¿y la mente?

Nos preocupamos por lo que se ve.
Cuidamos lo material porque «nos costó caro», pero nuestra mente —el lugar donde nacen nuestras decisiones, nuestros valores, nuestros sueños— la dejamos expuesta a todo tipo de contenido. Sin filtro.
¿No debería ser al revés?

«Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón (mente), porque de él mana la vida.» – Proverbios 4:23

Si la mente está sucia, todo lo que sale de ella también lo estará.
Si lo que alimentamos son pensamientos vacíos, vulgares o distorsionados, eso es lo que vamos a reflejar, por más buena intención que tengamos.

El problema no es que te distraes… es que te estás contaminando sin darte cuenta

He escuchado a personas decir:

  • “Voy al concierto para olvidarme de los problemas.”
  • “Necesito desconectarme un rato.”
  • “Eso no me afecta, yo sé separar las cosas.”

Pero lo que a muchos les duele —la ansiedad, el vacío, la falta de propósito— no se cura con ruido.
Se cura con dirección. Con verdad. Con guía. Con Palabra. Con comunidad. Con Cristo.
Y eso no lo vas a encontrar en un concierto, ni en un artista, ni en una canción que celebra todo lo opuesto a lo que Dios nos llama a vivir.

¿De verdad creemos que podemos llenar la mente con basura y vivir en pureza?

Justificar lo bueno no borra lo malo

No, no estoy hablando desde el juicio. Es más, reconozco que hay artistas que han usado su fama para decir cosas buenas, hasta necesarias. Pero lo que me duele es ver a cristianos decir:

  • «Bueno, sí sus letras son vulgares, pero al menos está hablando por Puerto Rico…»
  • «Al menos hace donaciones…»
  • «Al menos expone temas que nadie quiere tocar…»

Y sí, lo bueno hay que reconocerlo.
Pero ¿desde cuándo hacer una cosa buena justifica las cien malas que estás sembrando en las mentes de quienes te escuchan?

«Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo.» – Isaías 5:20

Poco a poco… los valores se deterioran

El mayor problema aquí no es un artista. Es que, poco a poco, el filtro se afloja. Lo que antes nos escandalizaba, ahora lo bailamos. Lo que antes nos parecía impuro, ahora lo compartimos en historias.
Y así, una generación entera va perdiendo el discernimiento… y no se da cuenta.

Hoy toleramos. Mañana justificamos. Y pasado mañana lo celebramos. Y me pregunto: ¿qué vamos a enseñarles a nuestros hijos si nosotros no supimos filtrar lo que permitimos en la mente?

¿Dónde está la iglesia en todo esto?

Y sí… tengo que decirlo. Parte del problema es que la iglesia ha estado tan ocupada discutiendo doctrinas, defendiendo posturas, o simplemente ignorando el problema, que ha dejado de formar mentes.

Las redes están llenas de contenido que moldea la forma en que piensas, vives, sientes. Y mientras tanto, nosotros seguimos predicando como si estuviéramos en los 90. Muchos se excusan diciendo que “Dios no los llama a usar redes” porque es un ambiente de pecado.

Pero yo me pregunto: ¿Jesús evitaría ir a donde están las almas… porque es “un lugar contaminado”?

No es que el mundo grita muy fuerte… Es que la iglesia ha estado muy callada.

¿Conclusión? No podemos seguir ignorando esto

No sé tú, pero yo ya no puedo callarme ante esta realidad. Porque lo veo. Porque me duele. Porque sé que estamos perdiendo la guerra no porque el enemigo sea más fuerte, sino porque muchos bajaron los brazos.

Si no cuidamos la mente, el enemigo lo hará. Si no enseñamos a discernir, el algoritmo enseñará por nosotros. Y si no filtramos lo que entra, ¿cómo vamos a formar hijos, líderes, creyentes con visión, carácter y propósito?

Hoy más que nunca, necesitamos levantar una generación que piense con claridad y viva con convicción.
Pero para eso, tenemos que volver a cuidar lo más valioso que tenemos: la mente.

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